domingo, 13 de noviembre de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 23ª


Una vez desencadenada una fuerza inmensa, se expande a través del universo en busca de su final. El coronel Paulo se recoge la pierna derecha mal herida por la caída del helicóptero, no es grave, parece superficial, también se da cuenta de que tiene un par de costillas fracturadas. Echa un vistazo y ve que es el único superviviente del accidente, sudoroso se apoya sobre la pared del túnel que,  por causas del destino, no se ha visto afectada por la explosión. Dirige su mirada hacia el cielo perplejo por lo acontecido y, de repente, un aullido lo hace volver a la tierra. Los pocos zombis que se encuentran cerca del suceso, surgen de entre los escombros en busca de su particular diosa, o tal vez una presa. Era cuestión de tiempo que los muertos vivientes le encontraran.
A pocos metros de allí Jana observa desde una montaña de escombros, que alcanza los cien metros de altura,  como todo lo ocurrido ha cambiado la estampa de la ciudad. Se encuentra en medio de un enorme agujero como producido por una bomba atómica, rodeado de edificios derrumbados de los cuales emana agua  como si fueran manantiales, la mitad de la ciudad se halla inundada. Una brillante luz golpea la cara de Jana, con  un gesto de mano intenta cubrirse del sol cegador, y se da cuenta de que no lleva nada de ropa encima.
Salgo de la tienda de la mano de Marian tras pasar positivamente el control, esperamos unos minutos fuera a que Ángel y Natalia terminen también la inspección. Marian me comenta que tiene muchas cosas que contarme y que no veía el momento de estar a solas, yo también anhelaba estar con ella, si ella supiera las cosas que tengo que contarle. Natalia es la primera en salir, con cara de alegría  como si le hubiera tocado la lotería y detrás llega Ángel malhumorado, colocándose la cazadora militar y soltando unos cuantos insultos, por lo humillante que le había parecido el protocolo.
-Tengo que presentarte a mis compañeros de andaduras, ella es Natalia y el que tiene cara de cabreo es Ángel- le revelo a Marian.
Marian nos lleva al comedor ya que nuestras tripas empiezan a delatar que hace tiempo que no comemos algo decente, durante el camino nos arranca una sonrisa cuando dice que tenemos un buffer libre en el campamento.
-La mayoría de refugiados están libres de contagio pero unos pocos  presentan síntomas de la infección, por eso se creó una zona de reclusión, supongo que la habéis visto al pasar- dijo Marian sin perder de vista la tienda que dejamos atrás.
Súbitamente, una  enorme explosión acompañada de una luz emergente que procede de la parte norte de la isla concentra toda nuestra atención, todo el mundo del campamento se queda inmóvil. Me encuentro contemplando una nube de humo negro que ocupa el lugar en el que está el cielo. Una ráfaga de aire caliente proveniente del estampido atraviesa nuestros cuerpos de manera que no podemos mantenernos en pie y caemos al suelo. Un segundo después de que termina de pasar el aire, el cielo se ennegrece e inmediatamente,  una luminiscencia que nace de aquel acaecimiento, traspasa el cielo hasta un punto que no puede seguirse con los ojos.
El coronel Paulo intenta ponerse en pie, tras varios intentos lo consigue. Camina hacia el tomahawk que está ardiendo y se fija en los restos de material que se han esparcido alrededor, con gesto torpe busca algo que le pueda ser de ayuda. Sacude el polvo a una mochila que parece haber sufrido daños, la abre y rebusca. Encuentra unas vendas, con ellas podrá vendarse la pierna y sus costillas, sigue hurgando dentro de ella y, para su sorpresa, encuentra el mando del dispositivo Sol. El coronel sonríe y se dice así mismo que acabará con aquella abominación surgida de los infiernos. El dispositivo Sol es un satélite lanzado al espacio en el 2010, había sido creado en secreto por el gobierno para posibles invasiones  extranjeras, reúne lo último en tecnología armamentística y está considerada como el arma definitiva. El coronel termina de atar la venda a sus costillas fracturas y,  con paso indolente y apoyado por un improvisado bastón, se encamina en busca de Jana.
- ¿Habéis visto eso?, joder, ¿qué coño ha pasado?- dice Ángel alterado.
No tengo la más mínima idea de lo que ha sucedido pero, fuera lo que fuese,  debe de ser algo muy gordo para verse desde tan lejos y, para colmo, la caída me ha dejado el culo magullado. La multitud se coloca en pie tras la tremenda sacudida, varios hombres vestidos de militares corren hacia un camión y, detrás de ellos, a lo lejos distingo una fila del equipo de la U.M.E. comandada por Ana que grita:
-¡Qué todo el mundo se dirija al punto reunión!
Natalia, que está justo detrás de mí, se sacude la tierra y suelta unos cuantos improperios. Mientras Marian parece visiblemente nerviosa e intenta que la sigamos corriendo hacia el centro de reunión. Al llegar nos topamos con un recinto de convenciones con un área dividida en varios salones: una sala de descanso para los soldados, otra destinada a actividades científicas y en el que nos encontramos que presenta forma de plazoleta, dos pantallas laterales de 4x4, una pantalla principal de 5x5, unas 500 sillas y, por último, un atril donde un hombre vestido con el uniforme de la marina apoya su codo izquierdo y alza la voz. 

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