Tomamos una larga recta que atraviesa las vías del tranvía, en cuya salida se encuentra la Avenida principal. Aunque se percibe desorden, todo parece mucho menos caótico, la gente sale de sus casas, se asoma por las ventanas, supongo que por el gran escándalo que se está produciendo en el hospital y sus alrededores. Pienso en que tal vez la epidemia todavía no se ha extendido tanto como yo creo, pero rápidamente se esfuma esa idea de mi cabeza ya que observo como varias personas huyen de un puñado de aquellos podridos. Ese puñado se convierte en decenas y las decenas en miles. Las personas surgidas de las ventanas empiezan a chillar, varios hombres intentan hacerles frente con lo que tienen a mano, pero es imposible, cada vez son más y más. Ángel gira bruscamente el volante, un enorme camión cisterna está apunto de arrollarnos, dos segundos después se estrella contra una gasolinera provocando un gran estruendo, seguido de una llamarada.
Zambullidos en plena humareda, en medio de una espesa nube de viento, arena y humo de las explosiones, dirijo mi mirada hacia la carretera, todo lo que acaba de contemplar es propio de un Apocalipsis.
Mientras todo aquello ocurre, mi único pensamiento es buscar a Mariam. Estoy semidesnudo en un comodísimo 4x4 y, encima, tengo chófer. Bajo la ventanilla y dejo que el aire nocturno me acaricie la cara como si fuera un beso de ella, cómo estará, dónde estará y, lo más importante, si estará a salvo. Sin darme cuenta nos encontramos a la entrada de la Plaza del Adelantado, en la cual se alza un campamento militar. El antiguo mercado se había convertido en un improvisado hospital de campaña y, a su derecha, diviso el ayuntamiento que está recubierto de ametralladoras y revestimientos. Los demás edificios colindantes presentan la misma estampa. En los dos únicos accesos al interior de la plaza se encuentran dos enormes tanques seguidos de una alambrada, ésta se había convertido en un fortín militar. Nos apuntan con sus armas y nos hacen bajar. Ángel se identifica, lo cual nos salva de pasar por una cadena de interrogatorios y pruebas, según avanzamos hacia el centro de la plaza, nos damos cuenta del cuartel general improvisado que han levantado en mitad de ella, rodeado de vallas con espinos y alambres. Uno de los soldados le pide a Ángel que lo acompañe y se alejan, mientras otro me lleva en la dirección opuesta. Según vamos caminando, distingo una enorme cola de personas que sale del hospital improvisado. El soldado me informa que tengo que pasar unas pruebas rutinarias. ¡Y una mierda rutinarias!, si con habitual se refería a pasar por un túnel de lavado con agua congelada, gasearme todo el cuerpo con no sé qué sustancia, examinar cada parte de mi piel durante media hora y sacarme seis tubos de ensayo de sangre; no sé cuál será su concepto de pruebas exhaustivas. Cuando todo este calvario termina, le comunico que no tengo ropa para ponerme, así que me designan a una tienda de campaña donde me suministran la ropa necesaria y, tal vez, me diesen algo de comer porque estoy famélico ya que ni recuerdo la última vez que comí algo.
Tras quedarme unos minutos solo, respiro hondo y empiezo a asimilar lo que está pasando. Hasta aquel preciso momento no me había parado a pensar todo lo acontecido, lo que inconscientemente provoca que broten unas pequeñas lágrimas de mis ojos verdes. La ropa militar que me han dado no me queda nada mal, un gran rugido proveniente de mi estómago empieza a avisarme de la necesidad de alimentarme.
Oigo disparos, cañonazos y griterío, al salir de la tienda veo a todo el mundo corriendo de un sitio para otro, a lo lejos una masa de zombis y gente huyendo avanza hacia el puesto de mando.
Los militares apostados en la primera línea de defensa al principio pueden distinguir entre las personas y los zombis e intentan aplacarlos con sus disparos, pero pasados unos minutos es prácticamente imposible diferenciarlos así que abren fuego sobre todo aquel que se acerca a ellos. Los tanques intentan abrir una brecha en las filas de los “no muertos”, pero no consiguen dispersarles ya que son tantos que los disparos no son los suficientes para lo imparable. A cada minuto que pasa, ganan terreno y las balas se van acabando. Muchos soldados huyen abandonado su puesto, los demás perecen sumándose a las filas de los “muertos andantes”.
A lo lejos, siento como alguien grita mi nombre, pero entre las sirenas, los disparos y los gritos de pavor no puedo ubicar su procedencia. Intento buscar una salida de aquella masacre, nada más dar unos pasos, tropiezo con un soldado que pide ayuda. El muchacho me enseña sus manos, las cuales mantiene sus intestinos y, posiblemente, parte del estómago; entonces se desploma, rápidamente me arrodillo y le intento taponar la herida con mis manos. Grito pidiendo ayuda, pero todos están preocupados escapando y nadie me escucha, el chico me dirige una mirada infinita. Le dijo que todo va a salir bien y, en ese preciso momento, siento como me tocan en el hombro, me giro, es Ángel.
- ¡Tenemos que irnos!- musita.
- ¡No puedo, necesita ayuda!
- ¡Míralo bien, ya está muerto!
Acto seguido eché la mirada al cuerpo, sus ojos carecían de vida.
-¡Ikerrrrr!-grita Ángel.
Genial esto se pone muy interesante!!!Ya tengo ganas de leer el siguiente capítulo!!!Un saludo!!
ResponderEliminarMe alegro de que te guste, un saludo.
ResponderEliminarLosMundosdeAfry te recomiendo unos cuantos más,los de Carlos Sisi te gustaran mucho muy buenos pero ahora han salido mas sobre el tema igual de buenos...como Apocalypsis island(Hay dos),El alzamiento(hay una continuación..pero no me acuerdo el tituló y eso que lo lei hace 2 semanas...jajaja),diario de una imvación zombi,Y pese a todo,...y alguno más que me dejo!!!Nada un saludo!!!
ResponderEliminarWorld war z es genial! Los camiantes es en el que los zombies no son zombies sino como poseidos por demonios? No me gusta naaaaaada! Lo divertido de las de zombies son los intentos de sobrevivir despues de(al menos para mi) y en esos no hay esperanza a la vista :(.
ResponderEliminarPaciente cero creo que no se cual es, ya tengo uno nuevo pa buscar!! Bienn!!