domingo, 24 de julio de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 17º


Jana contempla como los zombis trabajan como un enjambre de abejas, su visión de un nuevo mundo perfecto se empieza a construir. Se levanta de su trono y alza la vista todo lo que puede vislumbrando diversas tiendas de campaña, algunas tan grandes como la de un circo, otras largas como un camión, todas se extienden en forma de doble hélice como si fueran el A.D.N. En medio de ellas una estructura metálica de aspecto circular resalta por su color blanco, su base consta de varios espigones de cemento y del centro sobresale un caparazón del tamaño de una cabeza, lleno de minúsculos cables. Todos los cables recorren la extraña forma circular, los zombis se afanan en la edificación de aquel artilugio como si fuera la construcción de una de las pirámides de Giza. Unos pequeños grupos de ellos levantan incansablemente las tiendas y recogen la basura que hay acumulada en la ciudad en los días de la extensión de la epidemia. Jana se baja para recorrer a pie el campamento y descubre insitu como los zombis actúan bajo sus órdenes. Alguna vez que otra tropiezan entre ellos y, como si fuera un lenguaje se gruñen como queriendo decir algo. Jana empieza a sospechar que pueden entenderse entre ellos. Continua el paso mansamente, cuando un gran estruendo la saca de sus pensamientos.
Todas nuestras miradas están puestas en Jonay, esperando la respuesta a la pregunta que acaba de hacerle Sven.
 -No lo sé, solo podía correr y correr, eran muchos- responde soltando un pequeño eructo.
-¿Cuántos eran?- dice tembloroso Sven.
 -Cientos, tal vez muchos más- responde Jonay con la mirada baja.
Un  gran  aullido nos saca de nuestro abatimiento, proviene de la calle,  Ángel se acerca con cuidado y echa un ojo por la mirilla. Es un zombi, a cada segundo que pasa empezamos a escuchar más y más gritos. Ángel nos da un chillido, ¡subid a la parte alta y recoger  todo lo podáis¡ Parece como si un equipo de rugby golpeara la puerta, Sven agarra a su hija y es el primero en subir por las escaleras, a continuación, Natalia asciende con Jonay en sus brazos. Yo recojo las pocas armas que tenemos, mientras Ángel aguanta a las embestidas en la puerta, en una de estas, consiguen estallarla y abrir un minúsculo agujero por el que una mano  manchada de sangre que le falta el dedo anular asoma.  Como almas que llevan el diablo Ángel y yo corremos hacia arriba, donde Sven se encuentra escondido en una de las habitaciones, Jonay se ha separado de Natalia, seguramente por miedo. Intentamos buscarlo, pero es demasiado tarde,  los zombis acaban de romper la puerta y empiezan a subir. Les digo que  tenemos una posibilidad si subimos a la parte más alta de la casa y nos movemos entre las azoteas de las demás casas.  Ángel le parece una idea cojonuda  y entre los sollozos de Natalia por dejar a Jonay  a su suerte, los tres marchamos hacia la  terraza mientras Sven se queda en alguna de las habitaciones protegiendo a su hija.  Los zombis acaban de entran en la habitación donde Sven y su hija se ocultan, sus gritos  de dolor atraviesan mi mente como si fueran aullidos desde el mismo infierno. Justo cuando nos disponemos a saltar a las demás azoteas, vemos al pequeño Jonay correr por la terraza pidiendo ayuda, Natalia inconscientemente corre hacia él, y Ángel sale detrás de ella. Solo cuando le quedan unos pocos centímetros para cogerle la mano y subirlo, dos zombis se abalanzan sobre el pequeño Jonay, devorándolo y desgarrándole la piel. Ángel tira de Natalia mientras yo contemplo la escena petrificado. Cuanto más tiempo permanezcamos aquí, peor será

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