domingo, 6 de marzo de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 5º


No se cuanto tiempo ha pasado, pero cuando me despierto, siento un fortísimo dolor en mi cabeza como si tuviera un chichón del tamaño de una pelota de golf. Intento incorporarme y compruebo que tengo una de mis manos esposada  a una camilla, no sé donde estoy ni por qué me han retenido, bueno  sí,  tal vez el que me haya colado de improviso  no resultara gracioso a las autoridades.
Echo un vistazo a mi alrededor, me encuentro en una de las habitaciones de pacientes del hospital y no estoy solo en la habitación. A mi izquierda hay otra camilla pero no puedo distinguir bien quien se encuentra en ella, ya que una cortina de plástico no me lo permite. Puedo adivinar, por la silueta de sus abultados pechos que es una mujer. De repente, entran cuatro personas, de las cuales dos son militares, los otros dos tenían batas, así que intuyo que son médicos.
-Hola, soy el doctor Jorge Bethancort y mi colega Adrián Drexler- dice el más alto de los de la bata blanca-tenemos unas preguntas que realizarle, si no tiene inconveniente en colaborar con nosotros.
-Si hombre cómo no, pero antes me quieren dar algo para el golpe que me han dado en la cabeza-contesto.
-Disculpe por el incidente, pero tenemos que extremar la seguridad- me responde el Dr. Bethancort.
-No se preocupe, si la culpa es mía por entrar donde no debo- respondo irónicamente- ¿qué quieren saber?
El médico recoge una silla de la esquina de la habitación y se sienta muy lejos de mí, como si me tuviera miedo, el otro médico permanece de pie observándome. Me empieza a preguntar cómo había conseguido llegar allí sin ser interceptado por los militares y le comento la entrada del parking, el túnel que daba a la sala de la morgue, como me había colado en una de las plantas, hasta que me tuve que esconder y, finalmente, me pillaron. Cuando alzo el brazo derecho para señalar al otro médico, noto una punzada en mi antebrazo y observo un cardenal. Los muy cabrones me habían sacado sangre. Antes de que yo pueda decir nada, el médico me hace saber que mientras estaba inconsciente me extrajeron  sangre. Por qué lo han hecho. Y sin mi permiso. Quiénes se creen que son.  Me siento furioso y me altero, al verlo uno de los militares se acerca a mí con  un arma  y me apunta, por un momento pienso que me va a disparar.
-Pero que coño está pasando aquí – bramo, fuera de mí.
-Tranquilícese- responden.
-Cómo quiera que lo haga con un tío encañonándome- le respondo.    
-Por favor sargento, baje el arma- ordena el Dr. Bethancort.
El militar acata las ordenes y baja el arma.
-Todo lo que hacemos es por su bien y el de los demás, aunque usted no lo crea necesitamos analizar su sangre por si está infectado, en cuanto conozcamos los resultados le informaremos, mientras tanto tendrá que permanecer en la habitación hasta nuevo aviso- dice Bethancort.
El Dr. Bethancort le susurra algo al oído del colega, quien se acerca a comunicarme que me van a dar un calmante. Le digo que no necesito nada de eso, pero sin darme cuenta uno de los militares me sujeta por el brazo mientras me inyectan algo que no sé lo que es y caigo en un profundo sueño.

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