miércoles, 26 de marzo de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 33º

Me agarra de la mano y marchamos hacia el puerto dejando atrás mi curiosidad, allí se encuentra Ángel desamarrando las cuerdas de un  yate de tamaño mediano abandonado, pero no logro ver a Natalia.  Ángel me dice que no pudo encontrarla entre tanto desconcierto y que debemos irnos cuanto antes. Entramos al velero con un pequeño salto de rana, me ocupo de  recoger los últimos metros de la pesada cuerda, mientras Ángel va a encender el motor, Marian se dirige a liberar las velas. Justo cuando Ángel arranca el motor, el parpadeo de una luz proveniente del final del muelle se acerca hacia nosotros, dejándonos perplejos, no sabemos qué puede ser, así que Ángel continúa con la maniobra de alejar el velero. La motocicleta acelera su paso, y empieza a picarnos la luz de forma intermitente, aquello debe de ser una clase de señal, le digo a Ángel que espere un minuto, tal vez fuesen supervivientes. Ángel pone el motor en ralentí, esperamos  unos segundos a tener una visión más clara de lo que podía ser aquello, cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos a Natalia montada y detrás de ella un hombre herido agarrado a su cintura. Los ojos de Ángel se dilatan de tal forma que no puede creer lo que ve, se abalanza cuando la moto llega a nuestros encuentro. Marian también se emociona y se me acerca para agarrarme fuertemente fruto de la emoción, el hombre se baja, ayudado por Natalia que lo agarra por las hombreras de su chaqueta, parece que está herido. Cojea de una de las piernas y tiene varios moratones en la cara.  Ángel se acerca a Natalia para ayudarla, y con una broma le espeta: ¿por qué has tardado tanto?, sonriendo de oreja a oreja.

Antes de meterlo aquí con nosotros, tenemos que saber si le han mordido, el hombre con un “no” rotundo y contundente descarta que esté infectado y que sus heridas son producto de la batalla. Me aproximo a él y le ayudo junto con Ángel a subirlo al barco, mientras Marian y Natalia se funden en un enternecedor abrazo que solo las mujeres conocen su significado. Ángel vuelve a retomar los mandos del velero y con un aire de Capitán Pescanova acelera el velero de tal manera que no nos da tiempo de aferrarnos bien y caemos todos de culo al suelo del barco.

Paulo empieza a distinguir una especie de muro y lo que parece una entrada de un campamento base, Sara se aferra fuertemente a él y le dice al oído que ese debe de ser el punto seguro del que había oído hablar. No muy lejos ve a decenas de zombis tirados en la tierra, como si hubiera habido una gran cruzada final, algunas de sus partes aún se mueven.
Paulo le indica que tiene que seguir a pie, por precaución, el aguacero es cada vez más intenso y molesto . Según van acercándose a la entrada puede ver la multitud de zombis que están dentro dándose un festín. Es tal la escena que  Sara se le escapa un pequeño grito, alertando a varios muertos que se encuentran cerca. Paulo se apresura y con su enorme cuchillo le secciona la cabeza a dos de ellos, mientras Sara se ocupa de uno vestido de policía disparándole a la cabeza. Gaia oye un disparo que proviene de afuera, pero no le da mucha importancia, piensa que debe ser algún soldado rezagado que ha intentado escapar.  Camina al centro del campamento buscando a más almas que engrosen su ejército de muertos vivientes, cuando una voz clama su atención.


Paulo queda asombrado por la valentía de Sara al interponerse entre él y un musculoso zombi con aspecto de haber pasado muchas horas en el gimnasio en su otra vida. Sin tiempo de reaccionar, el zombi dirige su atención en a Sara y la muerde en un hombro, condenándola a convertirse en un muerto más. Paulo no lo duda ni un instante, levanta su machete y se lo inserta en el cráneo de ese maldito zombi provocando un charco de sangre. Sara,  saca de su bolsillo su pistola y sin que a Paulo  le dé tiempo a reaccionar, ella lo mira, susurra sus últimas palabras ¡vaya  asco de vida….! Y se pega un tiro en la cabeza.