Paulo presta atención a una moto
de color rojo que se encuentra abandonada en la carretera, mientras Sara
rebusca entre los restos de coches intentando hallar algo de utilidad pero tan
solo ve maletas y manchas de sangre por todas partes. Paulo se acerca con
sigilo a la moto y le echa una mirada buscando algún desperfecto, pero no,
parece que está aparentemente bien, le sorprende la marca, es una BMW. Intenta
arrancarla, pero no funciona, vuelve a hacerlo una vez más y un sonido
estridente surge del tubo de escape como si fuera un Fórmula 1. A Sara le pilla desprevenida el sonido producido por la
moto, haciéndole girar su vista hacia Paulo, este le indica con el brazo que se
acerque para subir ambos a la moto. Cuando Sara está a escasos centímetros, dos
zombis surgen de entre los restos y avanzan rápidamente hacia ellos. Sara
desenfunda su pistola y realiza dos disparos, los dos zombis son abatidos ágilmente.
Sara monta y se agarra con fuerza al costado de Paulo. La moto deja una estela
de humo en la carretera, como la que producen los aviones en el cielo. Media
hora después, Sara y Paulo notan que una
lluvia densa está empezando a caer sobre ellos y, no muy lejos, divisan varias
columnas de humo. Apresuran al máximo la capacidad de la moto acelerándola para
averiguar lo que sucede.
Las puertas ceden por la enorme
fuerza y peso ejercido por la masa de zombis acumulados en la entrada. Ángel y
yo corremos hacia el campamento médico, dejando a las espaldas una multitud de
soldados y civiles desorientados. Echo una mirada para cerciorarme de lo que dejamos
atrás, mis ojos y oídos son testigos de los alaridos de las pobres personas y
de cómo se da cita el heroísmo de unos pocos ayudando a sus compañeros
malheridos, que caen unos tras otros bajo las fauces de los podridos. Entre ese caos, distingo a un sacerdote subido
a un trozo de madera que hace las veces de atril y, con la mano que sujeta la Biblia
extendida
hacia el cielo, grita: ¡Cuando no haya sitio en el infierno, los
muertos caminarán sobre la tierra!
-Iker, tenemos que dividirnos, tú
vete y busca a Marian, yo iré a por Natalia- dice secamente.
-Pero, pero…..-balbuceo - ¿Cómo?
- ¡Oh tío, vamos!, nos encontraremos junto al muelle–dice
esbozando
una sonrisa forzosa.
Corro desesperadamente, teniendo
la certeza de hallar a Marian, pero nada más llegar al campamento médico, el
caos reina por completo. Las personas
corren de un lado para a otro, cayendo y siendo arrolladas por
unas y otras en sus caídas, los chillidos de desesperanza inundan mi mente, no dejándome
pensar de forma clara. Bramo el nombre de Marian a los cuatro vientos, pero es tal
el sonido del desconcierto que apenas me escucho a mí mismo. Me adentro en las
habitaciones con la esperanza de ver a Marian, pero tras el tercer intento, tan
solo me encuentro camas vacías y ensangrentadas, empiezo a temer lo peor. Un
chillido que proviene del fondo del pasillo capta mi atención, es Marian tirada
en el suelo. Una niña zombi de no más de diez años se encuentra encima de ella
intentado arrancarle la yugular a dentelladas. Corro exasperado hacia ella,
observando cómo intenta zafarse, pero no lo consigue y cada vez está más cerca
de su cuello. Cuando estoy a pocos metros de ella, recojo un rifle abandonado
en el suelo y, con el impulso de la carrera, acumulo tal fuerza que golpeo a la
niña en la cabeza, alejándola varios metros de Marian. Ella se queda mirándome
con cara de estupor, sin saber muy bien lo que ha ocurrido y quien soy, pero en
pocos segundos su cara de pánico se torna en una cariñosa sonrisa y las
lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, la ayudo a levantarse y nos fundimos en un largo abrazo.
Tras este breve lapsus, volvemos a
la cruda realidad y le digo que tenemos que salir de allí inmediatamente, y
encontrarnos con Ángel y Natalia en el muelle. La niña zombi empieza a
convulsionar su cuerpo y con una postura antinatural se levanta, fijando su
mirada animal en nosotros. No lo dudo un momento y apunto con el rifle a la
frente de aquella pobre criatura, veo como su pequeño cuerpo se desploma como
un animal muerto cuando la bala le atraviesa la frente.
Salimos a toda leche del
campamento para descubrir que ríos de sangre recorren el pasillo como si fueran
afluentes de este mismo. Mientras corremos hacia el muelle, una luz de un azul
intenso irrumpe desde el cielo dando un aspecto
cósmico a la noche lluviosa, y cae de lleno en la entrada principal del
campamento. Una enorme nube de polvo mezclada con la lluvia se levanta,
dejándonos sin visibilidad por unos segundos, el escándalo de la explosión se
podría haber oído a varios kilómetros de distancia. Todos los podridos se han
caído por la onda expansiva y algunos tan solo se han quedado estáticos. Algo
gordo ha pasado, tengo que aproximar averiguar el qué, le digo a Marian que
ella vaya yendo, que yo la alcanzaré más tarde. Ella se opone a que vaya solo a
echar un vistazo, me acaricia el pelo y me dice que no ha pasado tanto para ahora
perderme por satisfacer mi instinto explorador.