domingo, 23 de enero de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 3º


-Hola amor, tengo que resolver un cambio de turno en el hospital- dije, sin que se me notara la preocupación en mi voz.
-Hace dos días que no te veo y ya te echo de menos. Por favor, no tardes, te espero en mi casa- contestó un poco molesta.
-De acuerdo cariño, estaré lo más rápidamente posible en tu casa, un beso.
Tomo la Avenida de la Milagrosa para enlazar con la autopista TF-5, no tardando más de 10 minutos en llegar al hospital universitario, el cual se alza como un gigante entre los diminutos edificios de predominante color blanco y con detalles celestes. Cuando intento acceder a la zona de urgencias me encuentro con un par de militares en la entrada, están armados con sus metralletas, la verdad, imponen.
-Disculpe caballero, está prohibida la entrada a esta zona-me informan.
            -¿Qué es lo que ha sucedido?, yo trabajo aquí-contesto.
Se miran entre ellos y me dicen:
No se lo volveremos a repetir, no está permitido el paso¡
Me voy de allí a disgusto, esa situación solo crea más incertidumbre en mí, algo está pasando dentro del centro hospitalario, tengo que saber qué es. Como dicen los informáticos, todo programa tiene su puerta trasera, y el hospital la tiene, aunque no era precisamente una puerta. Hace años, cuando realizaron la obra del parking del hospital, conocí al jefe de obras y entablamos una buena amistad con el tiempo; un día, tomando unas cervezas de más, me había comentó la existencia de aquella salida. Me puse en marcha hacia el parking, muy poca gente del centro tenía conocimiento del túnel de emergencia que da a una de las salas del hospital, lo habían creado al principio de la construcción del hospital, pero cuando lo reformaron calló en desusó. Para llegar al túnel, tendría que bajar a la parte más baja del parking, en ella se encuentra una puerta de acero, por eso habían desechado esa salida de emergencia, es demasiado pesada para empujarla. Con el tiempo, se creó otra  más adecuada. Me adentro en la escaleras del túnel, las luces no funcionan, sólo las de emergencia, el pasillo está lleno de charcos de agua, empiezo a caminar por él. De repente, a medio camino, siento como algo me pasa entre las piernas y me asusto.
-¡¡¡Joder, qué mierda es eso!!!-
No pude llegar a ver qué es, pero me lo puedo imaginar. Solo me quedan unos 5 metros para llegar, apresuro el paso, cuanto más me adentro, menos veo, así que con la luz de móvil intento encontrar la salida, y por fin doy con ella. La puerta está oxidada-
Esto me va a costar moverlo-dije haciendo fuerza contra ella.
Aprieto los dientes, la fuerzo y por fin se abre. Entro en la sala de autopsias, desde allí me moveré hacia las otras zonas del hospital. Por suerte, no hay nadie en la sala, me aproximo hacia la puerta, tras ella podría encontrar el ascensor que me llevaría a la sala  principal, aunque probablemente esté vigilado, así que la descarto.
No me queda más alternativa que las escaleras y rezar para que no estén vigiladas. Echo un vistazo  por la  mirilla de la puerta, no hay nadie. Tengo la frente empapada de sudor, el corazón me palpita muy rápido, todo el vello de mi cuerpo se encuentra de punta, tal vez sea por el frío de la sala mortuoria o por la emoción de todo lo que está sucediendo. Camino lentamente por las escaleras hacia la planta superior, es donde se ubica Pediatría, nada más llegar a la primera entrada, escucho el murmullo de varias personas:
-Mierda, aquí no puedo entrar, tendré que seguir probando-
Avanzo unos metros más hacia  la 2ª planta, deslizo mi vista por el cristal, no hay moros en la costa, perfecto. Justo cuando estoy colándome en ella, escucho unas pisadas, así que me apresuro a buscar una habitación donde esconderme. La más cercana es la 202, giro la manilla, pero está cerrada, empiezo a ponerme nervioso. Tanteo las puertas colindantes, pero también están obstruidas, no paro de pensar qué coño les voy a contar si me pillan. Mientras intento abrir una de las puertas vuelvo mi cabeza a la entrada del  pasillo, presentía que  de un momento a otro aparecerían, el pomo de la puerta cede y sin darme cuenta termino cayéndome hacia dentro.

Cierro la puerta de la habitación, teniendo la esperanza de que no miren en ella. Siento que se están aproximando cada vez más, puedo distinguir el murmullo de dos personas hablando, casi puedo escuchar lo que dicen.  Acerco la oreja a la puerta, se han  detenido  muy cerca de donde yo me encuentro.