lunes, 14 de noviembre de 2022

Trance muerto

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Aqui les dejo mi ultima lectura ,entren y disfruten.

martes, 15 de julio de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS CAPITULO FINAL.....

Marian atiende al hombre malherido, mientras que Ángel no le quita ojo , su cara le resulta familiar, pero no llega a  recordar con claridad quien es. Yo le pregunto a Natalia como dio con él, me cuenta que quedó atrapada en una parte del campamento y se vio entre los zombis y el desconcierto.  Y con anterioridad, Ángel le dijo  que si por algún extraño caso se separaban, el punto de encuentro sería el muelle.  Le digo que Ángel fue a  buscarla pero no puedo dar con ella, que todo había sido caótico. Ella me desmenuza la peripecia que tuvo que pasar  escondiéndose en el frigorífico de la cocina del campamento, estaba muerta de miedo y no tenía valentía valor  para volver al exterior. Cuando sintió una garrafal explosión que provenía de fuera,  eso y la imagen de Ángel esperándola le dio el impulso decisivo para poder salir. A mitad de su huida se topó con un  paisaje desolador y en ruinas, entre ellas dio con aquel viejo que había sobrevivido y se encontraba a varios metros de donde se había producido la misteriosa explosión. Le digo a Natalia que todavía no podemos fiarnos  de aquel hombre, no me da buenas vibraciones y hasta que no sepamos más de él lo mantendremos en un camarote encerrado. Me alejo de Natalia para volver con Marian y juntos descubrir lo que nos deparará el destino.

Entre una montaña de ruinas del campamento, un minúsculo movimiento alerta a varias ratas que se pelean por un trozo de comida, cuando una huesuda y quemada mano asoma por la punta del montículo asustando a las roedores. La mano se estira hacia el cielo como clamando la piedad divina.


FIN???

lunes, 7 de abril de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS CAPITULO 34

Paulo,  ve como se desploma el cuerpo de Sara y con aire de indiferencia camina hacia el encuentro de la Reina de los muertos. No muy lejos de allí puede divisar entre cadáveres una estampa femenina moviéndose de forma inhumana,  con todas la fuerza que le queda  intenta captar su atención chillando que es una aberración de la naturaleza.  Saca su dispositivo Sol y  con el puntero láser apunta al cuerpo de Gaia, a  esta le entra una ataque de risa pensado que la lucecita era la mayor baza del coronel para acabar con ella. Pero segundos después descubre que no es lo que ella piensa. Una enorme luz en forma de túnel, de color azul plateado irrumpe desde el cielo  cayendo sobre su cabeza. Gaia lo mira asombrada por lo bella  que parece  la singularidad de la luz, empieza a notar un calor penetrante en el cuerpo como si todas sus células  fueran a explotar de adentro hacia fuera.  La luz se va estrechando hasta tal punto que  Gaia la puede atrapar con sus manos, cuando se convierte en un punto insignificante le estalla en la cara, provocando un estallido del tamaño de un campo de futbol. La onda expansiva es de tal magnitud que todos los  muertos y Paulo caen al suelo  sin poder evitarlo. Una  densa y oscura nube se levanta del origen del bombazo, dejando casi sin visibilidad a varios metros. La nube deja a ciegas a Paulo sin poder ver si su objetivo ha sido fulminado, pero tiene el convencimiento de que , nada podía sobrevivir aquello. Sentado sobre un par de piedras contempla como se aleja la sombría nube dejando ver un montón de escombros en el socavón que se ha producido por el dispositivo Sol. Varios zombis se percatan de su presencia y se dirigen hacia él, Paulo sin apenas fuerzas se resigna a que ha llegado su hora, y con un suspiro acepta su final. Cuando entre los muertos una estampa femenina aparece disparando y abatiendo a todo zombi que se acercara a ella, Paulo no distingue muy bien quien es, aquella persona que se mueve con tanta rapidez, se le acerca y le ofrece su mano, con los últimos ápices de fuerza que le quedan el coronel, se pone erguido con la ayuda de la chica. Paulo le indica  que tiene una moto para poder escapar de allí, sin dudarlo ella corre hacia la moto y la arranca como si fuera una experta en motos.  Acelera y va en busca del coronel, este se agarra bruscamente a su cintura cuando lo recoge  y le pregunta por su nombre, ella responde; soy  Natalia y debemos darnos prisa, mis amigos me están esperando en el muelle-

Paulo tan solo afirma con la cabeza y con un giro de la muñeca de Natalia la moto se pone en marcha dejando atrás la muerte y la desolación de la raza humana.

miércoles, 26 de marzo de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 33º

Me agarra de la mano y marchamos hacia el puerto dejando atrás mi curiosidad, allí se encuentra Ángel desamarrando las cuerdas de un  yate de tamaño mediano abandonado, pero no logro ver a Natalia.  Ángel me dice que no pudo encontrarla entre tanto desconcierto y que debemos irnos cuanto antes. Entramos al velero con un pequeño salto de rana, me ocupo de  recoger los últimos metros de la pesada cuerda, mientras Ángel va a encender el motor, Marian se dirige a liberar las velas. Justo cuando Ángel arranca el motor, el parpadeo de una luz proveniente del final del muelle se acerca hacia nosotros, dejándonos perplejos, no sabemos qué puede ser, así que Ángel continúa con la maniobra de alejar el velero. La motocicleta acelera su paso, y empieza a picarnos la luz de forma intermitente, aquello debe de ser una clase de señal, le digo a Ángel que espere un minuto, tal vez fuesen supervivientes. Ángel pone el motor en ralentí, esperamos  unos segundos a tener una visión más clara de lo que podía ser aquello, cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos a Natalia montada y detrás de ella un hombre herido agarrado a su cintura. Los ojos de Ángel se dilatan de tal forma que no puede creer lo que ve, se abalanza cuando la moto llega a nuestros encuentro. Marian también se emociona y se me acerca para agarrarme fuertemente fruto de la emoción, el hombre se baja, ayudado por Natalia que lo agarra por las hombreras de su chaqueta, parece que está herido. Cojea de una de las piernas y tiene varios moratones en la cara.  Ángel se acerca a Natalia para ayudarla, y con una broma le espeta: ¿por qué has tardado tanto?, sonriendo de oreja a oreja.

Antes de meterlo aquí con nosotros, tenemos que saber si le han mordido, el hombre con un “no” rotundo y contundente descarta que esté infectado y que sus heridas son producto de la batalla. Me aproximo a él y le ayudo junto con Ángel a subirlo al barco, mientras Marian y Natalia se funden en un enternecedor abrazo que solo las mujeres conocen su significado. Ángel vuelve a retomar los mandos del velero y con un aire de Capitán Pescanova acelera el velero de tal manera que no nos da tiempo de aferrarnos bien y caemos todos de culo al suelo del barco.

Paulo empieza a distinguir una especie de muro y lo que parece una entrada de un campamento base, Sara se aferra fuertemente a él y le dice al oído que ese debe de ser el punto seguro del que había oído hablar. No muy lejos ve a decenas de zombis tirados en la tierra, como si hubiera habido una gran cruzada final, algunas de sus partes aún se mueven.
Paulo le indica que tiene que seguir a pie, por precaución, el aguacero es cada vez más intenso y molesto . Según van acercándose a la entrada puede ver la multitud de zombis que están dentro dándose un festín. Es tal la escena que  Sara se le escapa un pequeño grito, alertando a varios muertos que se encuentran cerca. Paulo se apresura y con su enorme cuchillo le secciona la cabeza a dos de ellos, mientras Sara se ocupa de uno vestido de policía disparándole a la cabeza. Gaia oye un disparo que proviene de afuera, pero no le da mucha importancia, piensa que debe ser algún soldado rezagado que ha intentado escapar.  Camina al centro del campamento buscando a más almas que engrosen su ejército de muertos vivientes, cuando una voz clama su atención.


Paulo queda asombrado por la valentía de Sara al interponerse entre él y un musculoso zombi con aspecto de haber pasado muchas horas en el gimnasio en su otra vida. Sin tiempo de reaccionar, el zombi dirige su atención en a Sara y la muerde en un hombro, condenándola a convertirse en un muerto más. Paulo no lo duda ni un instante, levanta su machete y se lo inserta en el cráneo de ese maldito zombi provocando un charco de sangre. Sara,  saca de su bolsillo su pistola y sin que a Paulo  le dé tiempo a reaccionar, ella lo mira, susurra sus últimas palabras ¡vaya  asco de vida….! Y se pega un tiro en la cabeza.

sábado, 15 de febrero de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 32º

Paulo presta atención a una moto de color rojo que se encuentra abandonada en la carretera, mientras Sara rebusca entre los restos de coches intentando hallar algo de utilidad pero tan solo ve maletas y manchas de sangre por todas partes. Paulo se acerca con sigilo a la moto y le echa una mirada buscando algún desperfecto, pero no, parece que está aparentemente bien, le sorprende la marca, es una BMW. Intenta arrancarla, pero no funciona, vuelve a hacerlo una vez más y un sonido estridente surge del tubo de escape como si fuera un Fórmula 1. A Sara le pilla desprevenida el sonido producido por la moto, haciéndole girar su vista hacia Paulo, este le indica con el brazo que se acerque para subir ambos a la moto. Cuando Sara está a escasos centímetros, dos zombis surgen de entre los restos y avanzan rápidamente hacia ellos. Sara desenfunda su pistola y realiza dos disparos, los dos zombis son abatidos ágilmente. Sara monta y se agarra con fuerza al costado de Paulo. La moto deja una estela de humo en la carretera, como la que producen los aviones en el cielo. Media hora después,  Sara y Paulo notan que una lluvia densa está empezando a caer sobre ellos y, no muy lejos, divisan varias columnas de humo. Apresuran al máximo la capacidad de la moto acelerándola para averiguar lo que sucede.

Las puertas ceden por la enorme fuerza y peso ejercido por la masa de zombis acumulados en la entrada. Ángel y yo corremos hacia el campamento médico, dejando a las espaldas una multitud de soldados y civiles desorientados. Echo una mirada para cerciorarme de lo que dejamos atrás, mis ojos  y oídos  son testigos de  los alaridos de las pobres personas y de cómo se da cita el heroísmo de unos pocos ayudando a sus compañeros malheridos, que caen unos tras otros bajo las fauces de los  podridos.  Entre ese caos, distingo a un sacerdote subido a un trozo de madera que hace las veces de atril y, con la mano que sujeta la Biblia  extendida hacia el cielo, grita: ¡Cuando  no haya sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra!
-Iker, tenemos que dividirnos, tú vete y busca a Marian, yo iré a por Natalia- dice secamente.
-Pero, pero…..-balbuceo - ¿Cómo?
- ¡Oh tío, vamos!, nos encontraremos junto al muelle–dice  esbozando una  sonrisa forzosa.
Corro desesperadamente, teniendo la certeza de hallar a Marian, pero nada más llegar al campamento médico, el caos reina por completo.  Las personas corren de un lado para a  otro, cayendo y siendo arrolladas por unas y otras en sus caídas, los chillidos de desesperanza inundan mi mente, no dejándome pensar de forma clara. Bramo el nombre de Marian a los cuatro vientos, pero es tal el sonido del desconcierto que apenas me escucho a mí mismo. Me adentro en las habitaciones con la esperanza de ver a Marian, pero tras el tercer intento, tan solo me encuentro camas vacías y ensangrentadas, empiezo a temer lo peor. Un chillido que proviene del fondo del pasillo capta mi atención, es Marian tirada en el suelo. Una niña zombi de no más de diez años se encuentra encima de ella intentado arrancarle la yugular a dentelladas. Corro exasperado hacia ella, observando cómo intenta zafarse, pero no lo consigue y cada vez está más cerca de su cuello. Cuando estoy a pocos metros de ella, recojo un rifle abandonado en el suelo y, con el impulso de la carrera, acumulo tal fuerza que golpeo a la niña en la cabeza, alejándola varios metros de Marian. Ella se queda mirándome con cara de estupor, sin saber muy bien lo que ha ocurrido y quien soy, pero en pocos segundos su cara de pánico se torna en una cariñosa sonrisa y las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, la  ayudo a levantarse  y nos fundimos en un largo abrazo.
Tras este breve lapsus, volvemos a la cruda realidad y le digo que tenemos que salir de allí inmediatamente, y encontrarnos con Ángel y Natalia en el muelle. La niña zombi empieza a convulsionar su cuerpo y con una postura antinatural se levanta, fijando su mirada animal en nosotros. No lo dudo un momento y apunto con el rifle a la frente de aquella pobre criatura, veo como su pequeño cuerpo se desploma como un animal muerto cuando la bala le atraviesa la frente.


Salimos a toda leche del campamento para descubrir que ríos de sangre recorren el pasillo como si fueran afluentes de este mismo. Mientras corremos hacia el muelle, una luz de un azul intenso irrumpe desde el cielo dando un aspecto cósmico a la noche lluviosa, y cae de lleno en la entrada principal del campamento. Una enorme nube de polvo mezclada con la lluvia se levanta, dejándonos sin visibilidad por unos segundos, el escándalo de la explosión se podría haber oído a varios kilómetros de distancia. Todos los podridos se han caído por la onda expansiva y algunos tan solo se han quedado estáticos. Algo gordo ha pasado, tengo que aproximar averiguar el qué, le digo a Marian que ella vaya yendo, que yo la alcanzaré más tarde. Ella se opone a que vaya solo a echar un vistazo, me acaricia el pelo y me dice que no ha pasado tanto  para ahora perderme por satisfacer mi instinto explorador.
 

sábado, 8 de febrero de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 31

No podía ser, aquella figura con forma femenina parece un chamán sacado      de las películas de los mayas invocando a las tormentas, y lo jodido es que está pasando de verdad. Junto a mí, Ángel y yo empezamos a notar una fina lluvia que cae sobre nuestras cabezas. Marañón tiene la mirada fija en la que parece la Reina de los Zombis, cuando un atronador rayo nos saca  de nuestro desconcierto al caer muy cerca del vehículo. Se ha librado por los pelos, digo en voz alta y el “Azote” continúa su marcha, mientras Marañón ordena a varios de sus mejores tiradores que abatan  a la líder. ¡Es ella, es ella! Grita el teniente, señalándola con su brazo  acusador.       

Las venas de la cabeza de Jana empiezan a ser visibles, y un agobiante sudor frío recorre su cara como si de una cascada se tratase. Un puñado de muertos vivientes se coloca delante de ella para frenar al azote de los muertos, pero tan solo consiguen retrasarlo unos segundos, los suficientes para otro intento. Esta vez, un descomunal relámpago surge del cielo, cayendo de lleno en el azote de los muertos, provocando una monumental explosión.

Cuando el “Azote” está a pocos centímetros de embestir  a la reina de los muertos, una gigantesca luz nos deslumbra; es otro relámpago, pero una extensa nube no deja ver lo que ha podido suceder,  aunque puedo sospecharlo. Los soldados se impacientan para que se esfume toda aquella polvareda, pero continúan en sus posiciones desconcertadas, cuando una ráfaga de viento levanta el nubarrón de polvo. Tan solo se divisan restos del vehículo desperdigados por todos lados y un enorme cráter. En el centro de la explosión se pueden diferenciar extremidades amputadas de los soldados que se encontraban  dentro del vehículo y la chatarra retorcida de lo que fue el orgullo de nuestro ejército. Algunos soldados empiezan a vomitar del asco que les da lo que están presenciando mientras otros corren en su dirección para ver si queda algún superviviente.
Marañón tensa la musculatura de su mandíbula y salta la barrera de seguridad sin previo aviso, impulsado por la rabia. Camina hacia la Reina de los zombis desenfundando su pistola, y se dispone a realizar el primer disparo pero decenas de zombis surgen de la nada y se anteponen a Marañón y su objetivo. Intenta deshacerse de ellos pero son demasiados, varios soldados salen en su apoyo, pero su superioridad numérica es tan descomunal que ni tan si quiera permiten  que los soldados se pueden acercar unos metros. Mis ojos ven, una vez más, como decenas de personas son engullidas por aquellos caníbales, esto nunca va a tener fin. Ángel me zarandea para sacarme de mi consternación, me mira y le digo que no tenemos ninguna posibilidad de salir de esta.

- ¡Tío! piensa en Marian, todo lo que hemos pasado para encontrarla y  buscar un sitio seguro- dice Ángel para darme ánimos.


Tenemos que salir de aquí, me dice Ángel afligido por lo que acabamos de presenciar. Miles de podridos avanzan hacia la entrada empujados unos por otros, la lluvia cae cada vez con más fuerza. Los alambres de espinos que se encuentran a pocos metros de la puerta, atrapan a los primeros en llegar, seccionándoles las extremidades y dejándolos enganchados a la alambrada. La avalancha es tal que los zombis tirados en el suelo sirven de alfombra para los siguientes, son pisados sin ninguna contemplación. No tardarán en tirar el portón abajo, Ángel y yo corremos en busca de Marian y Natalia. Mientras varios soldados centran todo su arsenal sobre los zombis apostados en la entrada, esta  empieza a flaquear por el peso ejercido por miles de cuerpos impulsados por el instinto más primitivo, “el hambre”.  Gaia se deleita observando como devoran al teniente Marañón, mientras su ejército está a punto de echar abajo la única cosa que le separa del triunfo final.

martes, 26 de noviembre de 2013

ZOMBIS EN CANARIAS CAPITULO 30ª


Miguel se acerca a la escasa población que ha escapado del holocausto zombi y, con voz firme, llama a voluntarios para acompañar a Paulo a una misión. La gente esparcida por el campo no manifiesta ningún movimiento. Tan solo una inaudible voz femenina rompe el silencio. Paulo reconoce esa voz, es Sara. Abriéndose camino entre la multitud, Sara aparece delante de Miguel ofreciéndose voluntaria para acompañar a Paulo.  Este, agradecido, le estrecha la mano como si fuera uno de sus mejores soldados.  Miguel vuelve a alzar la voz y repite si alguien más quiere ser voluntario pero, sin encontrar respuesta alguna, las personas empiezan a andar y a moverse de un lado para otro. En segundos la gente vuelve a estar esparcida en sus tiendas y el único espectador que se mantiene ante Paulo es un perro callejero.  Paulo mira al perro y dice:
-El perro tiene más valor que todas estas persona juntas- dice apretando los dientes.
-Esto es lo que puedo ofrecerte, si quieres algo de comida y agua te lo puedo dar- le responde Miguel.
-Sara y yo nos iremos mañana con el alba, solo necesito una cosa más- dice moviendo ambas cejas Paulo.
-Dime y, si está en mis manos, te lo facilitaré- le responde Miguel intrigado.
-Necesito un puntero láser- responde Paulo moviendo con una mano dentro del bolsillo de su pantalón el dispositivo Sol.
Sara y Miguel ponen caras de extrañados al oír la petición de Paulo. Miguel le responde que es prácticamente imposible que encuentre algo parecido y Sara,  inesperadamente, interrumpe a Miguel, contestando que tal vez no sea tan improbable. Hace poco un niño me estaba molestando mientras hacía la guardia de noche con un luz roja en mi cara. Paulo se agita y dice que hay que buscar al crío, Sara intenta recordar la cara del chaval y, tras unos minutos interminables para Paulo, recuerda un detalle del niño, llevaba una cazadora con el logo de los bomberos. Rápidamente los tres pusieron pies en polvorosa para dar con el chiquillo.

Jana se enoja por la manera en que sus siervos son abatidos por una especie de máquina de guerra, alzando las dos manos hacia el cielo y cerrando sus ojos. Concentra todo su potencial sobre unas nubes situadas encima de ella, estas  se van tornando en  nubarrones oscuros y densos. Y, como por arte de magia, empieza a caer una lluvia abundante y unos relámpagos como lanzados por el mismísimo Zeus desde el Olimpo. Jana vuelve en sí y dirige su mirada hacia el azote de los muertos que cada vez está más cerca de ella. Levanta un pie y pisa con una fuerza descomunal la tierra, provocando la caída de un rayo muy cerca del vehículo. Dentro del coche, los cuatro soldados no salen de su asombro por lo que acaban de presenciar, uno de ellos comenta sobresaltado que es imposible que ella haya provocado eso, es una simple casualidad lo que están presenciando. El más veterano de ellos, el cabo 1º Salvador, se santigua  y señala a la monja:
-Matemos a ese ángel del demonio, y salgamos de una puta vez de aquí- indica el cabo, pasando su lengua por el labio inferior.
El resto de soldados, como si fueran máquinas bien engrasadas, empiezan a tomar de nuevo sus posiciones y avanzan hacia el demonio. Otro rayo cae, muchísimo más cerca de ellos, dañando una de las ruedas pero el azote continúa su marcha.
 Unas gotas de sudor empiezan a caer por el rostro de Jana, empieza a dudar de sí  misma,  ve como no puede parar a aquel carro que se dirige hacia ella con una velocidad endiablada. No puede abandonar ahora que está tan cerca, tiene un objetivo y lo va a cumplir cueste lo que cueste.

Sara pregunta a varias personas por el chico de la cazadora de bomberos, pero nadie sabe nada. Tan solo un viejecito que se encuentra sentado sobre un asiento de coche demolido, contonea su bastón para llamar la atención de Sara. Cuando Sara se aproxima, se encuentra con un anciano de piel arrugada, ojos apagados por el tiempo y un enorme bigote blanco que le da un aspecto muy varonil. 
-¿Estás preguntando  por un muchacho con una cazadora de bomberos, verdad?- le pregunta el octogenario.
-Sí, necesito encontrarlo, tiene algo que nos será de gran ayuda- apresura a responder Sara.
-Es mi nieto al que buscas, lo podrás encontrar jugando con los demás chiquillos en los restos de la chatarra del tranvía- responde señalando la parte trasera del campamento.
Sara da el aviso de su hallazgo a Paulo que se encuentra a unos poco metros de ella y este corre hacia allí. Ante la atenta mirada de Paulo, Sara le explica que deben ir a las ruinas del tranvía, allí localizarán al chico.  Nada más llegar observan a un grupo de niños que saltan, representando una batalla, entre los hierros resquebrajados de lo que fue el transporte estrella de la isla. Paulo, sin poder aguantar acercase algo más, grita a los cuatro vientos nada más ver la espalda del chico con la cazadora. El crío se asusta y corre intentando escapar pero Sara, que se encuentra más adelantada, lo sorprende y lo bloquea cogiéndolo por un brazo sin concederle posibilidad alguna de zafarse.
-Tranquilo muchacho, no vamos a hacerte daño, solo queremos preguntarte por algo- le dice Sara esbozando su mejor sonrisa.
El niño asustado deja de patalear y se calma. Paulo, que ya se encuentra delante de Sara, mira al niño y le pregunta por el láser de luz, y este  le dice que no sabe de que le habla. Sara le recuerda que no hace muchas noches lo vio que estaba jugando con una luz roja, en su cara. El crío suelta una inesperada risa y con un gesto de cabeza lo confirma. Con la mano derecha saca de su bolsillo de la cazadora un minúsculo puntero láser.  El chico les advierte de que la pila está casi agotada y que en ocasiones no funciona correctamente. Paulo le arrebata de la mano el puntero y lo mete apresuradamente en uno de los compartimentos de su pantalón. Sara suelta al chico desapareciendo este entre los restos del tranvía. Paulo se gira y le dice a Sara que se vaya a descansar, ya que mañana les espera un día muy duro. Ella se marcha a su pequeña tienda en forma de iglú donde van pasando las horas sin poder concebir el sueño, permanece toda la noche en vela intentando imaginar qué ocurrirá mañana. Mientras tanto, Paulo, en su tienda, no puede parar de mirar el puntero y pasárselo entre los dedos, todo depende de ese minúsculo aparato. Saca de otro de sus bolsillos el activador del satélite Sol, tan solo le falta acoplarle el  puntero para completarlo. Con una cinta adhesiva lo adhiere sin problemas al dispositivo y, con un brillo esperanzador en sus ojos, lo examina.  Sin darse cuenta, el coronel Paulo cae en un profundo sueño con el dispositivo entre sus manos. Mucho antes de que salga el sol, Sara se acerca a la tienda de Paulo para sorprenderle por su madrugón. Nada más entrar observa un aparato extraño entre las manos de Paulo, tras unos segundos sin apartar la mirada, Paulo se sobresalta al ver a  Sara.
–Venga abuelo que ya está saliendo el sol- dice disimuladamente Sara.
Paulo se aferra fuertemente al dispositivo para ocultarlo de los ojos de Sara, no sabe si ella lo ha visto y si es así, tampoco le importa.  Como si fuera un muñeco de resorte Paulo se levanta con ayuda de su bastón, su pierna mejora pero no lo suficiente. Los dos recogen unas mochilas con alimentos, agua y algunas armas que les había dejado Miguel el día anterior. Con la brisa de la mañana y los primeros rayos solares golpeando las espaldas de Sara y Paulo, dejan atrás el campamento. Un chaval agazapado en una tienda medio derruida  los ve alejarse en el horizonte.