domingo, 31 de julio de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 18º


Los zombis, en un intento de seguir nuestros pasos, caen en los vacíos  creados entre las azoteas de las casas, lo cual nos da una cierta ventaja sobre ellos. Nos paramos en una de las azoteas para observar si algún muerto viviente nos persigue, a lo lejos solo vemos como siguen afanados en saltar las azoteas y como van cayendo al fondo de la calle, rompiéndose los huesos para luego no poder levantarse. Una cosa está clara, no son nada inteligentes.
Ángel ayuda a Natalia a bajar por una escalerilla de emergencia situada en  la parte de atrás de una de las casas, y yo les sigo hasta acceder a un patio interior. En este patio tropezamos con un arsenal propio de un cuartel general con estanterías llenas de fusiles y granadas que cuelgan de una especie de cinturón. En el centro, un lanzacohetes como el de las películas de guerra, tal vez aquella casa perteneciera a algún militar o a un extravagante coleccionista. No tardamos en averiguar que se trata de un alto cargo militar, en una vidriera situada en el fondo del patio, lucen condecoraciones y respetivos galardones típicos de un general militar. Ángel propone abastecernos de todo lo que podamos, posiblemente lo necesitemos más adelante. Mientras me dispongo a escoger el tipo de artefacto, Natalia pregunta cómo vamos a salir de allí con la horda de zombis esperándonos en la calle. En ese preciso momento, Ángel rodea con su mano el lanzacohetes, sonríe y nos comunica:
– Yo tengo una idea chicos-
 - ¿En qué estás pensado?- le pregunto.
-Me sorprende que no me conozcas, después de todo lo que estamos pasando- contesta sonriente Ángel.
-No puedo creer que estés considerando en salir ahí fuera y que nos pongamos a pegar tiros como en el viejo oeste-
Natalia se troncha de risa al oír mi comentario.
-No exactamente, subiremos otra vez a la parte alta y desde allí vamos a aniquilar a todos los que podamos, ¿qué os parece?-soltó con cara de júbilo.
A mí me parecía una idea absurda, pero nuestras posibilidades o son pocas o nulas.
- Así que, ¡qué diablos! -grito en alto- vamos a llenar de metal a esos podridos.
Empieza a salir el sol con una fuerza como nunca antes había sentido, las armas que acabamos de subir reflejan el sol en nuestra cara. Apostados en la azotea con un montón de: granadas, rifles, pistolas y el lanzacohetes, el cual Ángel lucia entre sus manos como si fuera Terminator, esperamos la llegada del enemigo. Natalia se encuentra en una de las esquinas, Ángel en el centro y yo agazapado a su lado. Un enorme chillido proferido por la garganta de Ángel, alerta a los zombis más cercanos, mientras Natalia realiza el primer disparo. El impacto da de lleno en  la cabeza del primer zombi que se acerca. Ángel se gira y exclama:
- ¡Esa es mi chica! Iker, ¿a qué esperas para abrir fuego?
Acerco el rifle a mi hombro y sin darme cuenta le dirijo una ráfaga de tiros a dos podridos, uno de ellos cae en un charco de agua, el otro continúa su marcha hacia nosotros. Un gran silbido surge del lanzacohetes y, por un instante, el estruendo me deja sordo, de repente un olor fétido se extiende hasta mi nariz. Son los podridos, algunos han estallado en mil pedazos y otros, con la parte inferior  seccionada, se alargan como intentando alcanzarnos. Cada vez son más y más salidos de todos los rincones, la situación me empieza a asustar. La cara de satisfacción de Ángel por cada zombi que cae, roza la locura. Llega un momento en que las armas cogen un vertiginoso ritmo sin ser conscientes de la cantidad de zombis que están siendo abatidos. Súbitamente, Natalia se levanta de un salto gritando:
-¡Mirad  la inmundicia  viscosa que sueltan esas cosas!- dice horrorizada.

domingo, 24 de julio de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 17º


Jana contempla como los zombis trabajan como un enjambre de abejas, su visión de un nuevo mundo perfecto se empieza a construir. Se levanta de su trono y alza la vista todo lo que puede vislumbrando diversas tiendas de campaña, algunas tan grandes como la de un circo, otras largas como un camión, todas se extienden en forma de doble hélice como si fueran el A.D.N. En medio de ellas una estructura metálica de aspecto circular resalta por su color blanco, su base consta de varios espigones de cemento y del centro sobresale un caparazón del tamaño de una cabeza, lleno de minúsculos cables. Todos los cables recorren la extraña forma circular, los zombis se afanan en la edificación de aquel artilugio como si fuera la construcción de una de las pirámides de Giza. Unos pequeños grupos de ellos levantan incansablemente las tiendas y recogen la basura que hay acumulada en la ciudad en los días de la extensión de la epidemia. Jana se baja para recorrer a pie el campamento y descubre insitu como los zombis actúan bajo sus órdenes. Alguna vez que otra tropiezan entre ellos y, como si fuera un lenguaje se gruñen como queriendo decir algo. Jana empieza a sospechar que pueden entenderse entre ellos. Continua el paso mansamente, cuando un gran estruendo la saca de sus pensamientos.
Todas nuestras miradas están puestas en Jonay, esperando la respuesta a la pregunta que acaba de hacerle Sven.
 -No lo sé, solo podía correr y correr, eran muchos- responde soltando un pequeño eructo.
-¿Cuántos eran?- dice tembloroso Sven.
 -Cientos, tal vez muchos más- responde Jonay con la mirada baja.
Un  gran  aullido nos saca de nuestro abatimiento, proviene de la calle,  Ángel se acerca con cuidado y echa un ojo por la mirilla. Es un zombi, a cada segundo que pasa empezamos a escuchar más y más gritos. Ángel nos da un chillido, ¡subid a la parte alta y recoger  todo lo podáis¡ Parece como si un equipo de rugby golpeara la puerta, Sven agarra a su hija y es el primero en subir por las escaleras, a continuación, Natalia asciende con Jonay en sus brazos. Yo recojo las pocas armas que tenemos, mientras Ángel aguanta a las embestidas en la puerta, en una de estas, consiguen estallarla y abrir un minúsculo agujero por el que una mano  manchada de sangre que le falta el dedo anular asoma.  Como almas que llevan el diablo Ángel y yo corremos hacia arriba, donde Sven se encuentra escondido en una de las habitaciones, Jonay se ha separado de Natalia, seguramente por miedo. Intentamos buscarlo, pero es demasiado tarde,  los zombis acaban de romper la puerta y empiezan a subir. Les digo que  tenemos una posibilidad si subimos a la parte más alta de la casa y nos movemos entre las azoteas de las demás casas.  Ángel le parece una idea cojonuda  y entre los sollozos de Natalia por dejar a Jonay  a su suerte, los tres marchamos hacia la  terraza mientras Sven se queda en alguna de las habitaciones protegiendo a su hija.  Los zombis acaban de entran en la habitación donde Sven y su hija se ocultan, sus gritos  de dolor atraviesan mi mente como si fueran aullidos desde el mismo infierno. Justo cuando nos disponemos a saltar a las demás azoteas, vemos al pequeño Jonay correr por la terraza pidiendo ayuda, Natalia inconscientemente corre hacia él, y Ángel sale detrás de ella. Solo cuando le quedan unos pocos centímetros para cogerle la mano y subirlo, dos zombis se abalanzan sobre el pequeño Jonay, devorándolo y desgarrándole la piel. Ángel tira de Natalia mientras yo contemplo la escena petrificado. Cuanto más tiempo permanezcamos aquí, peor será

domingo, 3 de julio de 2011

ZOMBIS EN CANARIAS-Capitulo 16º


Tras mirar en las otras dos habitaciones y el baño, regreso a la parte de abajo donde me reencuentro con el grupo entero fisgoneando en la despensa. Empieza a anochecer y decidimos pasar la noche en la casa. La luz funciona, pero descartamos encenderla para no hacer visible nuestra posición, Natalia abre uno de los grifos y, sorpresa, no hay agua. Sven saca unas minúsculas chocolatinas de una de las mochilas que porta, Julia se relame al verlas y a todos nos entra la risa cuando la niña empieza a devorar los chocolates. Parece como si llevara días sin comer, los envoltorios los abre con la boca dejando un bigote de chocolate alrededor de sus labios. Después de un empache de dulces, Julia cayó redonda en el regazo de su padre, ese fue el momento en que los tres nos colocamos en la mesa redonda. Encendemos unas alargadas velas rojas y, entre refrescos, cereales y algún cigarrillo que traía consigo Sven, mascamos la posibilidad de que, una vez que lleguemos al punto seguro, éste ya no exista. Natalia, que está enfrente de mí, propone irnos a la zona de montaña y allí refugiarnos hasta que todo pase, Ángel que permanece con la cabeza agachada, propone que lo mejor sería quedarse aquí,  lentamente levanta la cabeza, nos dirige una dura mirada a cada uno de nosotros y comienza a hablar:
-  Ya hace dos días que se extendió la epidemia, en otras ciudades tan solo hizo falta un solo día para que toda la población cayera bajo esta nueva enfermedad. Si alguien sigue vivo, cosa que dudo, no creo que le interese comer unos cereales, lo que querrán será nuestra tierna carne. Hay que estar preparados para afrontar que, si el punto seguro ha caído, no haya supervivientes en el exterior.
Tras el monólogo de Ángel permanecemos unos segundos callados, lo que acaba de contar nos encoge el corazón, pero debemos luchar por sobrevivir. Tomo la palabra y planteo que nosotros estamos aquí y los jodidos muertos vivientes están fuera, así que algo podremos hacer para acabar con ellos. Ángel responde que cuando estuvo en el campamento había oído nombrar un científico que estaba creando una proteína para combatir la extraña enfermedad, pero que no sabe en cuál de los puntos seguros se encuentra. Me levanto de la silla y coloco mis manos como apoyo en la mesa, y digo:
-No podemos quedarnos aquí, sin saber si fuera queda alguna persona viva sin estar afectada. Además, yo tengo la esperanza de encontrar a Marian con vida. ¿Tú qué opinas Sven?- le digo mirándole a los ojos.
-Bueno yo….Tengo que mirar por el bien de mi hija y creo que  lo más lógico es buscar un lugar seguro, y solo lo vamos a encontrar en una zona que esté provista de militares, por tanto, en mi opinión, la mejor opción es la que plantea Iker- asiente tímidamente.
Miro a Natalia y con un gesto de sumisión acepta la propuesta, solo falta Ángel. Un tremendo golpe en la puerta nos sobresalta y mi corazón, como por norma, empieza a latir más de lo normal. Los tres nos miramos y en ese preciso momento escuchamos otro aporreo acompañado de una voz;
-¡Socorro, socorro, déjenme entrar!- dijo la voz temblorosa.
Natalia rápidamente se dirige hacia la puerta, pero Ángel le corta el  paso y suelta:
-   Podría haber alguien más o algo peor- mirando a los ojos de Natalia.
La cara de Natalia se volvió triste y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sven  permanece sentado sin mover un músculo, solo tiene la mirada fija en su hija.
- !!Mierda¡¡ Vamos a tener que abrir- respondí. Pensándolo más para mi mismo que para los demás.  
Ángel y yo nos acercamos lentamente con una de la velas alumbrando el pasillo. Antes de girar el pomo de la puerta, Ángel desenfunda un arma y apunta a la puerta, con un movimiento rápido y calibrado, despliego la puerta y ante nuestros ojos se descubre un chico de no más de quince años, de apariencia desaliñada, con la ropa hecha girones, y con la respiración entrecortada. Lo agarro de la camiseta tirando hacia mi y cierro apresurado la puerta. Ángel mira fijamente al chico y le pregunta por su nombre, éste responde que se llama Jonay. Natalia  se va aproximando hacia donde está el chico, cuando Sven le señala y grita nervioso si él estará infectado, a lo que Jonay acelerado le manifiesta que no tiene el virus de los muertos. El chico tiene una expresión de terror y sus ojos marrones parecen estar en otra galaxia, su complexión es más bien delgada y su tez morena, da la impresión de haber pasado muchas horas al sol. Le interrogamos nada más darle un refresco para saciar su sed, con cada sorbo nos va narrando la odisea que le supuso escapar de El Médano para esconderse después de que sus padres quisieran matarlo a mordiscos. Natalia no para de preguntarle si está bien de una forma que roza lo cansino.
- ¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí? El Médano se encuentra a varios kilómetros  de distancia-le digo sorprendido.
- Intenté esconderme en otras casas, pero estaban vacías o con gente infectada- toma un buche a la lata de refresco y continua- ellos me perseguían y corrí todo lo que pude, hasta que me encontré una bicicleta y los dejé atrás, pero ellos nunca se cansan- da el último trago.
Sven se sobresalta y le pregunta si le han seguido hasta aquí.