sábado, 15 de febrero de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 32º

Paulo presta atención a una moto de color rojo que se encuentra abandonada en la carretera, mientras Sara rebusca entre los restos de coches intentando hallar algo de utilidad pero tan solo ve maletas y manchas de sangre por todas partes. Paulo se acerca con sigilo a la moto y le echa una mirada buscando algún desperfecto, pero no, parece que está aparentemente bien, le sorprende la marca, es una BMW. Intenta arrancarla, pero no funciona, vuelve a hacerlo una vez más y un sonido estridente surge del tubo de escape como si fuera un Fórmula 1. A Sara le pilla desprevenida el sonido producido por la moto, haciéndole girar su vista hacia Paulo, este le indica con el brazo que se acerque para subir ambos a la moto. Cuando Sara está a escasos centímetros, dos zombis surgen de entre los restos y avanzan rápidamente hacia ellos. Sara desenfunda su pistola y realiza dos disparos, los dos zombis son abatidos ágilmente. Sara monta y se agarra con fuerza al costado de Paulo. La moto deja una estela de humo en la carretera, como la que producen los aviones en el cielo. Media hora después,  Sara y Paulo notan que una lluvia densa está empezando a caer sobre ellos y, no muy lejos, divisan varias columnas de humo. Apresuran al máximo la capacidad de la moto acelerándola para averiguar lo que sucede.

Las puertas ceden por la enorme fuerza y peso ejercido por la masa de zombis acumulados en la entrada. Ángel y yo corremos hacia el campamento médico, dejando a las espaldas una multitud de soldados y civiles desorientados. Echo una mirada para cerciorarme de lo que dejamos atrás, mis ojos  y oídos  son testigos de  los alaridos de las pobres personas y de cómo se da cita el heroísmo de unos pocos ayudando a sus compañeros malheridos, que caen unos tras otros bajo las fauces de los  podridos.  Entre ese caos, distingo a un sacerdote subido a un trozo de madera que hace las veces de atril y, con la mano que sujeta la Biblia  extendida hacia el cielo, grita: ¡Cuando  no haya sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la tierra!
-Iker, tenemos que dividirnos, tú vete y busca a Marian, yo iré a por Natalia- dice secamente.
-Pero, pero…..-balbuceo - ¿Cómo?
- ¡Oh tío, vamos!, nos encontraremos junto al muelle–dice  esbozando una  sonrisa forzosa.
Corro desesperadamente, teniendo la certeza de hallar a Marian, pero nada más llegar al campamento médico, el caos reina por completo.  Las personas corren de un lado para a  otro, cayendo y siendo arrolladas por unas y otras en sus caídas, los chillidos de desesperanza inundan mi mente, no dejándome pensar de forma clara. Bramo el nombre de Marian a los cuatro vientos, pero es tal el sonido del desconcierto que apenas me escucho a mí mismo. Me adentro en las habitaciones con la esperanza de ver a Marian, pero tras el tercer intento, tan solo me encuentro camas vacías y ensangrentadas, empiezo a temer lo peor. Un chillido que proviene del fondo del pasillo capta mi atención, es Marian tirada en el suelo. Una niña zombi de no más de diez años se encuentra encima de ella intentado arrancarle la yugular a dentelladas. Corro exasperado hacia ella, observando cómo intenta zafarse, pero no lo consigue y cada vez está más cerca de su cuello. Cuando estoy a pocos metros de ella, recojo un rifle abandonado en el suelo y, con el impulso de la carrera, acumulo tal fuerza que golpeo a la niña en la cabeza, alejándola varios metros de Marian. Ella se queda mirándome con cara de estupor, sin saber muy bien lo que ha ocurrido y quien soy, pero en pocos segundos su cara de pánico se torna en una cariñosa sonrisa y las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, la  ayudo a levantarse  y nos fundimos en un largo abrazo.
Tras este breve lapsus, volvemos a la cruda realidad y le digo que tenemos que salir de allí inmediatamente, y encontrarnos con Ángel y Natalia en el muelle. La niña zombi empieza a convulsionar su cuerpo y con una postura antinatural se levanta, fijando su mirada animal en nosotros. No lo dudo un momento y apunto con el rifle a la frente de aquella pobre criatura, veo como su pequeño cuerpo se desploma como un animal muerto cuando la bala le atraviesa la frente.


Salimos a toda leche del campamento para descubrir que ríos de sangre recorren el pasillo como si fueran afluentes de este mismo. Mientras corremos hacia el muelle, una luz de un azul intenso irrumpe desde el cielo dando un aspecto cósmico a la noche lluviosa, y cae de lleno en la entrada principal del campamento. Una enorme nube de polvo mezclada con la lluvia se levanta, dejándonos sin visibilidad por unos segundos, el escándalo de la explosión se podría haber oído a varios kilómetros de distancia. Todos los podridos se han caído por la onda expansiva y algunos tan solo se han quedado estáticos. Algo gordo ha pasado, tengo que aproximar averiguar el qué, le digo a Marian que ella vaya yendo, que yo la alcanzaré más tarde. Ella se opone a que vaya solo a echar un vistazo, me acaricia el pelo y me dice que no ha pasado tanto  para ahora perderme por satisfacer mi instinto explorador.
 

sábado, 8 de febrero de 2014

ZOMBIS EN CANARIAS Capitulo 31

No podía ser, aquella figura con forma femenina parece un chamán sacado      de las películas de los mayas invocando a las tormentas, y lo jodido es que está pasando de verdad. Junto a mí, Ángel y yo empezamos a notar una fina lluvia que cae sobre nuestras cabezas. Marañón tiene la mirada fija en la que parece la Reina de los Zombis, cuando un atronador rayo nos saca  de nuestro desconcierto al caer muy cerca del vehículo. Se ha librado por los pelos, digo en voz alta y el “Azote” continúa su marcha, mientras Marañón ordena a varios de sus mejores tiradores que abatan  a la líder. ¡Es ella, es ella! Grita el teniente, señalándola con su brazo  acusador.       

Las venas de la cabeza de Jana empiezan a ser visibles, y un agobiante sudor frío recorre su cara como si de una cascada se tratase. Un puñado de muertos vivientes se coloca delante de ella para frenar al azote de los muertos, pero tan solo consiguen retrasarlo unos segundos, los suficientes para otro intento. Esta vez, un descomunal relámpago surge del cielo, cayendo de lleno en el azote de los muertos, provocando una monumental explosión.

Cuando el “Azote” está a pocos centímetros de embestir  a la reina de los muertos, una gigantesca luz nos deslumbra; es otro relámpago, pero una extensa nube no deja ver lo que ha podido suceder,  aunque puedo sospecharlo. Los soldados se impacientan para que se esfume toda aquella polvareda, pero continúan en sus posiciones desconcertadas, cuando una ráfaga de viento levanta el nubarrón de polvo. Tan solo se divisan restos del vehículo desperdigados por todos lados y un enorme cráter. En el centro de la explosión se pueden diferenciar extremidades amputadas de los soldados que se encontraban  dentro del vehículo y la chatarra retorcida de lo que fue el orgullo de nuestro ejército. Algunos soldados empiezan a vomitar del asco que les da lo que están presenciando mientras otros corren en su dirección para ver si queda algún superviviente.
Marañón tensa la musculatura de su mandíbula y salta la barrera de seguridad sin previo aviso, impulsado por la rabia. Camina hacia la Reina de los zombis desenfundando su pistola, y se dispone a realizar el primer disparo pero decenas de zombis surgen de la nada y se anteponen a Marañón y su objetivo. Intenta deshacerse de ellos pero son demasiados, varios soldados salen en su apoyo, pero su superioridad numérica es tan descomunal que ni tan si quiera permiten  que los soldados se pueden acercar unos metros. Mis ojos ven, una vez más, como decenas de personas son engullidas por aquellos caníbales, esto nunca va a tener fin. Ángel me zarandea para sacarme de mi consternación, me mira y le digo que no tenemos ninguna posibilidad de salir de esta.

- ¡Tío! piensa en Marian, todo lo que hemos pasado para encontrarla y  buscar un sitio seguro- dice Ángel para darme ánimos.


Tenemos que salir de aquí, me dice Ángel afligido por lo que acabamos de presenciar. Miles de podridos avanzan hacia la entrada empujados unos por otros, la lluvia cae cada vez con más fuerza. Los alambres de espinos que se encuentran a pocos metros de la puerta, atrapan a los primeros en llegar, seccionándoles las extremidades y dejándolos enganchados a la alambrada. La avalancha es tal que los zombis tirados en el suelo sirven de alfombra para los siguientes, son pisados sin ninguna contemplación. No tardarán en tirar el portón abajo, Ángel y yo corremos en busca de Marian y Natalia. Mientras varios soldados centran todo su arsenal sobre los zombis apostados en la entrada, esta  empieza a flaquear por el peso ejercido por miles de cuerpos impulsados por el instinto más primitivo, “el hambre”.  Gaia se deleita observando como devoran al teniente Marañón, mientras su ejército está a punto de echar abajo la única cosa que le separa del triunfo final.