No podía ser, aquella
figura con forma femenina parece un chamán sacado de las películas de los mayas invocando a
las tormentas, y lo jodido es que está pasando de verdad. Junto a mí, Ángel y
yo empezamos a notar una fina lluvia que cae sobre nuestras cabezas. Marañón
tiene la mirada fija en la que parece la Reina
de los Zombis, cuando un atronador rayo nos saca de nuestro desconcierto al caer muy
cerca del vehículo. Se ha librado por los pelos, digo en voz alta y el “Azote”
continúa su marcha, mientras Marañón ordena a varios de sus mejores tiradores
que abatan a la líder. ¡Es ella, es
ella! Grita el teniente, señalándola con su brazo acusador.
Las venas de la cabeza de Jana
empiezan a ser visibles, y un agobiante sudor frío recorre su cara como si de
una cascada se tratase. Un puñado de muertos vivientes se coloca delante de
ella para frenar al azote de los muertos, pero tan solo consiguen retrasarlo
unos segundos, los suficientes para otro intento. Esta vez, un descomunal
relámpago surge del cielo, cayendo de lleno en el azote de los muertos,
provocando una monumental explosión.
Cuando el “Azote” está a
pocos centímetros de embestir a la reina de los muertos, una gigantesca
luz nos deslumbra; es otro relámpago, pero una extensa nube no deja ver lo que ha
podido suceder, aunque puedo sospecharlo.
Los soldados se impacientan para que se esfume toda aquella polvareda, pero continúan
en sus posiciones desconcertadas, cuando una ráfaga de viento levanta el
nubarrón de polvo. Tan solo se divisan restos del vehículo desperdigados por
todos lados y un enorme cráter. En el centro de la explosión se pueden
diferenciar extremidades amputadas de los soldados que se encontraban dentro del
vehículo y la chatarra retorcida de lo que fue el orgullo de nuestro ejército.
Algunos soldados empiezan a vomitar del asco que les da lo que están
presenciando mientras otros corren en su dirección para ver si queda algún
superviviente.
Marañón tensa la
musculatura de su mandíbula y salta la barrera de seguridad sin previo aviso,
impulsado por la rabia. Camina hacia la Reina
de los zombis desenfundando su pistola, y se dispone a realizar el primer
disparo pero decenas de zombis surgen de la nada y se anteponen a Marañón y su
objetivo. Intenta deshacerse de ellos pero son demasiados, varios soldados salen
en su apoyo, pero su superioridad numérica es tan descomunal que ni tan si
quiera permiten que
los soldados se pueden acercar unos metros. Mis ojos ven, una vez más, como
decenas de personas son engullidas por aquellos caníbales, esto nunca va a tener
fin. Ángel me zarandea para sacarme de mi consternación, me mira y le digo que
no tenemos ninguna posibilidad de salir de esta.
- ¡Tío! piensa en
Marian, todo lo que hemos pasado para encontrarla y buscar un sitio seguro- dice Ángel para darme
ánimos.
Tenemos que salir de aquí, me dice
Ángel afligido por lo que acabamos de presenciar. Miles de podridos avanzan
hacia la entrada empujados unos por otros, la lluvia cae cada vez con más
fuerza. Los alambres de espinos que se encuentran a pocos metros de la puerta,
atrapan a los primeros en llegar, seccionándoles las extremidades y dejándolos
enganchados a la alambrada. La avalancha es tal que los zombis tirados en el
suelo sirven de alfombra para los siguientes, son pisados sin ninguna contemplación.
No tardarán en tirar el portón abajo, Ángel y yo corremos en busca de Marian y
Natalia. Mientras varios soldados centran todo su arsenal sobre los zombis
apostados en la entrada, esta empieza a flaquear por el peso ejercido
por miles de cuerpos impulsados por el instinto más primitivo, “el hambre”. Gaia se deleita observando como devoran al
teniente Marañón, mientras su ejército está a punto de echar abajo la única
cosa que le separa del triunfo final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario